En los años cincuenta un nuevo y ascendente medio: la televisión, buscó a la escritora/bióloga Rachel Carson para escribir el guión de un episodio documental acerca de las nubes. Los productores del programa Ómnibus de la CBS, querían tomar en cuenta la sugerencia de un pequeño televidente de ocho años quien solicitó un programa de “algo del cielo”. Rachel Carson no tenía un particular entusiasmo por la televisión, había hecho guiones de radio para programas sobre el mar como parte de su trabajo en la Oficina de Pesca y Vida salvaje pero eso no la acercaba a este otro nuevo medio de la época. Sin embargo había algo que le resultaba atractivo: utilizar la tv como espacio educativo y en este sentido su alcance era muy amplio. Se dio a la tarea de escribir y trabajar junto al meteorólogo Vincent Schaefer quien había descubierto el proceso de siembra de nubes y cuyo material fílmico se usó para el programa.
Rachel hizo del guión un “Carson clásico” en el que se combina el conocimiento científico y lenguaje poético.
Esto fue parte de la introducción, algo que me gustaría llamar como una escritura que forma parte de algo que podríamos llamar: poéticas del clima.
Nubes errantes, de diversos tipos pero todas en movimiento
En nuestros primeros recuerdos están las imágenes de nubes errantes por arriba de nuestras cabezas
pequeñas borlitas o nubes ligeras con la promesa de cielos despejados, nubes de tormenta que anuncian lluvias o nevadas portentosas.
El campesino que ara su campo lee el lenguaje meteorológico del cielo tal como hace el pescador en el mar y todos aquellos que viven a la intemperie de cara a la faz de la tierra.
Para quienes vivimos en ciudades esta conciencia de las nubes quizá ha disminuido; incluso para quienes viven en campo abierto piensan en las nubes como el bello telón de una escena rural o un ominoso recordatorio de no olvidar el paraguas.
Las nubes son tan antiguas como la Tierra misma —como gran parte de nuestro mundo: como el suelo firme o el mar.
Son la escritura del viento en el cielo.
Llevan la firma la de las masas de aire avanzando a nuestro alrededor,
a través del mar o la tierra
Son la promesa de buen tiempo de vuelo para el piloto o el presagio de un viento con turbulencias.
Y sobre todo: son los símbolos cósmicos de un proceso sin el cual la vida misma no podría existir en la tierra.
